Amarna, el Egipto soñado por Akhenatón y Nefertiti
El episodio conocido con el nombre de Amarna (por la ciudad actual de Tell el-Amarna, enclave donde en la Antigüedad se situó Akhetatón, la capital creada por Akhenatón) es uno de los más conocidos de la Historia de Egipto, pero, paradójicamente, podríamos decir que es el momento menos egipcio de su Historia. Durante unos 17 años, los cambios llevados a cabo por el faraón Akhenatón, nacido Amenhotep (el IV, según nuestra nomenclatura), son unas rara avis en los 3000 años de la milenaria cultura: cambios en el Arte, en la representación canónica del faraón y la familia real, en la arquitectura y, por supuesto y sobre todo, en la religión. Normalmente, cambios tan profundos provocan que ya nada vuelva a ser lo mismo; sin embargo, en el caso del período amarniano no fue así: una vez desaparecido Akhenatón, todo volvió a ser como antes. A no ser que los cambios no fueran tan profundos como parecieran.
Amenhotep IV / Akhenatón era hijo de Amenhotep III, uno de los grandes faraones de Egipto, y de su esposa Tiy, también una de las grandes reinas egipcias. Ambas figuras son bien conocidas, igual que el período en el que reinaron, un período de paz y prosperidad como no había conocido antes Egipto. Al país fluían los tributos de pueblos sometidos, y no había potencia que pudiera hacerle sombra. El faraón era el dignatario más respetado y temido del mundo que rodeaba al país del Nilo.
Los cambios religiosos que Akhenatón llevó a cabo hunden sus raíces ya en el reinado de su padre, y probablemente empezaron a gestarse incluso en el de su abuelo, Tutmés IV, sobre todo en lo que a la adoración de una divinidad no demasiado importante hasta el momento se refiere, Atón. La gran diferencia en las creencias religiosas de este momento es que el faraón instaura un culto monoteísta a esa divinidad, Atón, una manifestación del sol; y, además, se trata de una divinidad sin imagen corpórea (muy diferente al resto del panteón egipcio), representada como un disco solar del cual nacen unos rayos acabados en manos, a modo de bendición sobre aquéllos a los que irradiaba su luz.
La intención del faraón de abandonar los cultos anteriores llevó incluso a ordenar la destrucción de imágenes y nombres inscritos en piedra de otros dioses; el más agraviado fue Amón, una de las principales divinidades del Antiguo Egipto, y especialmente importante a partir del Reino Nuevo. Ello ha llevado a hacer pensar que la revolución religiosa de Akhenatón estuvo también destinada a socavar el poder del clero de Amón y de su Sumo Sacerdote, uno de los estamentos más importantes en este momento.
También la representación artística cambió, como he apuntado más arriba. En el Antiguo Egipto había una manera canónica de representar personas y escenas, canon que Akhenatón puso cabeza abajo, sobre todo en lo que a la familia real se refiere: las figuras dejan de ser hieráticas para mostrarse relajadas, y con una fisonomía totalmente diferente a la que se conocía hasta el momento: barriga flácida, músculos laxos, rostros alargados, ojos almendrados, labios prominentes, cráneos alargados, caderas anchas… Nada que ver con las imágenes idealizadas con las que se habían representado los personajes hasta ese momento. Gracias a ese cambio en los estándares artísticos, podemos disfrutar de escenas familiares de Akhenatón y Nefertiti jugando y acariciando a sus hijas (como en la imagen que ilustra este post), así como de retratos que nos muestran lo que sí podrían ser efectivamente los rostros reales de los retratados, como el famoso busto de Nefertiti o alguna figura de la reinaTiy, madre de Akhenatón.
¿Por qué se cambió la forma de representar a los personajes de esta época? ¿Quizás para asemejar su imagen con la del propio Akhenatón, quien parece que tenía unos rasgos físicos muy particulares, debido a una afección física que aún se está discutiendo cuál debió ser?
Sin embargo, todos los cambios comentados no sobrevivieron a la desaparición del faraón, señal de que fue una reforma promovida únicamente en círculos cortesanos (que muchos toleraban pero seguramente estaban en contra); sabemos que las clases populares, por ejemplo, siguieron con sus cultos tradicionales.
El final de la época amarniana está lleno de lagunas: tenemos un posible sucesor de Akhenatón, Smenkhkaré, un faraón del cual no sabemos nada… También existe la posibilidad de que Nefertiti hubiera sido corregente de Akhenatón, y que le hubiera sucedido brevemente tras su muerte. Tenemos incluso un episodio que relata el asesinato de un príncipe hitita cuando se dirigía a Egipto para desposar a la reina viuda, a petición de ésta… ¿Quién sería esta reina? ¿Nefertiti? ¿Ankhesenamón (esposa de Tutankhamón, hijo y posterior sucesor de Akhenatón)? ¿Por qué una reina egipcia solicitó al rey hitita, monarca de una incipiente potencia que ya empezaba a augurar futuros problemas para Egipto, un hijo que la desposara?
Muchas preguntas sin respuesta, muchas hipótesis sin confirmar… Eso es lo que hace de esta época una de las más fascinantes de la Historia del Antiguo Egipto.
Marta Villanueva
Co-fundadora de Antiquitas, Cultura y Humanidades
Imagen: Estela de Akhenatón y Nefertiti, Museo Egipcio de Berlín
Ramón Delgado Márquez
Excelente e interesantísimo artículo!!
Muchas gracias por compartir su sabiduría y conocimientos!! 👌🏻😏
Admin_Antiquitas
Gracias Ramón!