Esto sólo pasa en Inglaterra: La coronación de Carlos III
Me fascinan los rituales; ver cómo sobreviven en la actualidad aspectos de nuestro pasado más lejano, enfrentados con la modernidad del entorno que los rodea. En ellos podemos vislumbrar un poquito de lo que significaron para el pueblo en otras épocas, aunque ahora en muchos casos estén despojados de su antiguo significado para pasar a ser meramente forma, espectacular y, repito, fascinante.
En este sentido, la monarquía británica es la única que se mantiene arraigada en su pasado más remoto. Los rituales que hemos visto en la coronación de Carlos III nos permiten ver un atisbo de lo que serían los mismos rituales en la Antigüedad, como mirando a través de la rendija de una puerta; o por lo menos en la Edad Media, los cuales, en todo caso, no harían sino perpetuar rituales más antiguos.
Un rey es rey desde el momento en que muere su predecesor; eso queda manifestado en la expresión: “El rey ha muerto, viva el rey” (o la reina), en el que el “viva al rey” se refiere al rey vivo. Así, la ceremonia de su coronación no le otorga su carácter regio, sino precisamente su carácter divino, a través de unos rituales cargados de simbología, tradición y, por qué no decirlo, fantasía.
El momento de la coronación, pues, está cargado de numerosos detalles que no están pensados al azar: cada uno de ellos tiene un significado muy concreto, como debía tener en el pasado.
Al inicio de la ceremonia en Inglaterra, se ha presentado al rey y se ha preguntado si los allí presentes estaban dispuestos a rendirle servicio; esto se ha repetido tres veces más, por tanto cuatro en total, y en cada ocasión el rey se ha ido girando. El significado de este momento es recabar la servidumbre de los cuatro puntos cardinales, es decir, del mundo entero.
El rito de la unción es el más sagrado de todos, hasta el punto que se esconde de la vista del público. Ya se ungían con óleo sagrado los gobernantes en la Antigüedad, incluso en la Biblia encontramos un fragmento que se refiere a la unción del rey David. La unción otorga al monarca una dignidad especial, es “el ungido”, y por ende, distinto al resto de los mortales.
Otro momento importante es la presentación al rey de los símbolos reales: las espuelas, la espada, los brazaletes de la sinceridad y la sabiduría, el orbe, el cetro y la vara de la equidad… Cetros similares aparecen en la parafernalia, por ejemplo, de los faraones egipcios: el heka y el nehaha; y seguro que otros muchos gobernantes de la Antigüedad llevarían insignias similares. La corona no necesita explicación, claro, todos los reyes llevan corona, símbolo de su autoridad.
Uno de los elementos más curiosos de todo este ritual es la “piedra del destino”, un nombre que rápidamente nos podría recordar la Leyenda del rey Arturo, o algún episodio de la popular serie Juego de Tronos. Colocada bajo el trono real, el origen de esta piedra de 150 kilos se hunde en el pasado más remoto. Al buscar un poco de información sobre la misma, he dado con una leyenda que dice que esta piedra fue llevada a Escocia por… ¡una princesa egipcia! Al parecer, dicha princesa, coetánea de Moisés (OMG), huyó de Egipto tras la derrota del faraón y su ejército en el Mar Rojo, y no se le ocurrió otra cosa que huir transportando una piedra de 150 kilos… Muy importante sería, ¿no? El nombre de esta princesa era Scota o Scotia, y de ahí el nombre del país.
No está claro el significado de esta piedra, ni tampoco por qué se utilizó en las ceremonias de coronación de los reyes escoceses durante la Edad Media, además tanto tiempo después de que llegara a Escocia. Habrá que seguir investigando…
Esta es una de las razones por las cuales me apasiona la Historia Antigua. De repente, te encuentras con sorpresas que ni siquiera te habrías imaginado, porque… ¿¿¿quién podría pensar que Escocia y Egipto podían estar relacionados???
En definitiva, es cierto que la coronación del rey Carlos es una ceremonia anacrónica donde las haya, como la institución que representa. Mi interés proviene de su conexión con un pasado muy lejano, y en ese sentido, ayer viví en imágenes tres horas largas de Historia en vivo. Solemnidad (¡no se puede ser más solemne que los británicos!), fanfarrias, salvas, símbolos sagrados…, allí no faltaba de nada. Repito: independientemente de lo que pienses sobre la monarquía, ayer se vivió un día histórico.
Marta Villanueva
Co-fundadora de Antiquitas, Cultura y Humanidades