Augusto, la pax romana
AUGUSTO, LA PAX ROMANA
El 23 de septiembre del año 63 a.C. nació Cayo Octavio, más conocido por la Historia como Augusto. Sobrino y heredero de Julio César, el asesinato de éste le puso en el camino para convertirse en el primer emperador de Roma. Aunque muy joven en ese momento (19 años), ocupó su lugar en lo más alto del escalafón político; junto con Marco Antonio y Lépido (un secundario ante los potentes egos de los otros dos) inauguró el segundo triunvirato, en un intento, seguramente ficticio desde el principio, de seguir protegiendo la república romana.
El enfrentamiento entre Octavio y Marco Antonio llevó a Roma a una guerra civil, al principio encubierta, pero desvelada en su totalidad cuando el segundo encontró una fiel aliada en Cleopatra. Ambos sufrieron una humillante derrota en Actium, que acabó con la muerte de los dos 1 año después.
Octavio regresa a Roma triunfante, y es entonces cuando el Senado le concede el título de Augusto, sobrenombre por el que se conocerá en la posteridad, y que aunaba el poder político con la religión. Mary Beard, en su fabuloso libro SPQR nos recuerda que nunca nadie se había llamado así antes, y todos los emperadores posteriores adoptaron el mismo título (p.379).
Igual que ocurrió con otras personalidades de la Historia Antigua, se dotó a Augusto de un linaje divino. Suetonio, en su Vida de los doce Césares, nos cuenta que Acia, la madre de Augusto, se quedó dormida en el templo de Apolo; una serpiente se deslizó hacia ella, retirándose poco después:
“…Al despertarse, se purificó como si hubiera tenido relaciones con su marido, y seguidamente apareció en su cuerpo una mancha con forma de serpiente que nunca pudo borrar y que la obligó a renunciar para siempre a los baños públicos. Nueve meses después nació Augusto, y por ese motivo se le consideró hijo de Apolo. Así mismo, Acia, antes de dar a a luz, soñó que sus entrañas se elevaban hasta las estrellas y que se extendían por todo el orbe de la tierra y del cielo. También el padre de Octavio soñó que del seno de Acia salía el Sol resplandeciente.” (Suetonio, Vida de los doce Césares, Vida de Augusto, 94, 4).
Augusto gobernó Roma durante más de 40 años, lo cual ya de por sí es una gran hazaña, teniendo en cuenta los tiempos tan convulsos que se habían vivido en ella; desde luego, ninguno de sus sucesores conseguiría una hazaña similar.
Los expertos todavía no se ponen de acuerdo en cómo calificar su gobierno: ¿autocracia moderada o tiranía encubierta? El caso es que Augusto no sólo legisló sobre asuntos políticos y militares, sino también sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, desde las buenas costumbres hasta la vida sexual de los nobles, incluso sobre la forma correcta de vestir en el Senado. Nada escapaba a su control. Aunque lo cierto es que su reinado llevó a Roma a un período de paz y estabilidad como pocas veces vivió, la ansiada pax romana.
Hoy sería su cumpleaños, así que en su honor os compartimos un fragmento de una carta que el procónsul de Asia envió a la liga de Asia:
“[Augusto] Ha restablecido todo lo que había entrado en decadencia e iba hacia el desastre. Gracias a él, todo el mundo presenta un aspecto distinto. Si no hubiera nacido el emperador, que es la alegría común de toda la humanidad, entonces el mundo habría sido víctima de la corrupción. Por ello, podemos considerar con razón ese suceso [el nacimiento del emperador] el comienzo de la vida y la existencia: su nacimiento puso coto a todas las lamentaciones que los hombres podían tener por su existencia (…)”.
Sí, el peloteo máximo hacia un superior ya existía también en la Antigüedad.
Marta Villanueva
Co-fundadora de Antiquitas, Cultura y Humanidades
- La imagen corresponde a la estatua de Augusto di Prima Porta, que se exhibe en los Museos Vaticanos (Roma). La foto es de Till Niermann, en Wikipedia