LA CONSPIRACIÓN DEL HARÉN

LA CONSPIRACIÓN DEL HARÉN

Ramsés III es considerado el último gran faraón de la Historia de Egipto. A partir de su reinado, el país del Nilo se sumiría en un largo período de declive que incluiría dos invasiones persas. Durante los 30 años de su gobierno, Ramsés III tuvo que lidiar con graves problemas; de hecho, acabó asesinado en un complot que es conocido como “la conspiración del harén”.

Sabemos muchas cosas interesantes del reinado de Ramsés III; afortunadamente, nos ha llegado bastante documentación, cosa que se agradece. Por ejemplo, que rechazó a los conocidos como “Pueblos del Mar”, un grupo de pueblos que hacia el 1200 a.C. migró hacia el Mediterráneo oriental, arrasando todo a su paso. También sabemos que bajo su reinado se produjo la primera huelga de la Historia. Sí, lo que estás leyendo. Los trabajadores de Deir el-Medina -los que construían las tumbas reales del Valle de los Reyes-, hartos de no recibir sus jornales, decidieron ir a la huelga, lo que como comprenderás puso en un grave aprieto a las autoridades de Tebas.

A Ramsés III, además, debemos uno de los templos más impresionantes que se conservan en Egipto: su templo funerario en Medinet Habu todavía hoy sorprende a los visitantes por su magnificencia, y por la fantástica conservación de los colores en sus muros, un gran ejemplo de cómo debían ser los templos egipcios en la Antigüedad. La foto que ilustra este post lo demuestra.

Y también sabemos que murió asesinado, víctima de un complot conocido como “la conspiración del harén”.

En 2012 se realizó una tomografía computarizada a la momia de Ramsés III. Esa prueba mostró cuál fue, muy probablemente, la causa de su muerte: una grave y profunda herida en la laringe, que cercenó tráquea, esófago y arterias.

Conocemos los pormenores del complot gracias a documentos como el Papiro “judicial” de Turín, donde se nos informa de los participantes, así como de las penas a las que fueron condenados. La instigadora de la conjura fue Tiyi, una de las esposas del faraón, que no era la madre del heredero. Su propósito era, cómo no, poner a su propio hijo, Pentaur o Pentaueret (aunque muy probablemente éste es un nombre ficticio) en el trono. En su camino hacia el poder, consiguió la ayuda de altos cargos de la Administración, como un general, el supervisor del harén, un funcionario del tesoro, varios sacerdotes e incluso un mago, pues los conjurados también utilizaron la magia para conseguir sus objetivos; además, también estuvieron involucradas otras mujeres del harén. Todos los acusados fueron ejecutados. Incluso aparece un caso de corrupción en el marco del juicio, pues algunos de los jueces mantuvieron relaciones con algunas de las mujeres encausadas; a éstos se le mutiló, cortándoles nariz y orejas. El complot tuvo éxito en lo que se refiere a la muerte del rey, pero Tiyi no consiguió colocar a su hijo en el trono. Pentaur fue “invitado” a suicidarse. No sabemos qué pasó con Tiyi, pero lo más probable es que fuera también ejecutada.

El regicidio era un crimen impensable para la sociedad del Antiguo Egipto. El faraón no sólo era el rey, sino el intermediario entre dioses y hombres, garante de la Maat (el orden cósmico) en el mundo. Asesinarlo era ir contra ese orden, poniendo en peligro el equilibrio tan deseado para la concepción egipcia del universo. Matar al rey no era sólo matar a una persona, era atentar contra Egipto en sí mismo, un crimen abominable, y no podía tener otro castigo que la muerte.

Marta Villanueva

Co-fundadora de Antiquitas, Cultura y Humanidades

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