Arqueogenética y el lenguaje, cuando el ADN nos revela de dónde venimos

Arqueogenética y el lenguaje, cuando el ADN nos revela de dónde venimos

Ni hablar del sombrero fedora, de los pantalones caquis y la camisa safari, olvidémonos de un montón de arqueólogos sudorosos acuchillando el suelo para arrancarles sus secretos más profundos. Hoy hablaremos de arqueólogos de bata y microscopio; como Schlieman, Carter o Evans, se han convertido en pioneros de una nueva forma de hacer arqueología, la arqueogenética, que está desvelando secretos sobre nuestro pasado tales como el origen de nuestro lenguaje. Acompáñanos para conocer cómo se investiga en arqueogenética.

Ha irrumpido con fuerza una nueva disciplina, la arqueogenética, bautizada así por el prestigioso arqueólogo Colin Renfrew, que basa sus evidencias en las respuestas que nos ofrece la genética: el ADN antiguo que permite enfrentarnos a misterios cuya resolución no podíamos ni imaginar.

La arqueogenética ha permitido que mediante el estudio de restos humanos antiguos podamos conocer sus relaciones de parentesco, y así descubrir como estaban organizadas sus sociedades, trazar la huella genética que las grandes migraciones imprimieron allí por donde pasaron y desentrañar la hominización, es decir el proceso evolutivo que transformó a nuestros ancestros en los seres humanos que somos a día de hoy.

Si algo caracteriza al ser humano es su faceta de animal social y gregario, sin ella no existirían nuestras sociedades ni sería posible que millones de seres habitasen con relativa armonía en ciudades que desafían cualquier cálculo. Un elemento fundamental sobre el cual se sostiene este gregarismo es la capacidad de comunicarnos mediante un lenguaje oral, hasta hace muy poco el predominante.

Descubrir en qué momento apareció el lenguaje oral, en qué punto obtuvimos la capacidad del habla resulta fundamental para comprender cuándo esos primates bípedos pasaron a ser muy similares a nosotros en lo que respecta a ser capaces de articular palabras y expresiones. Gracias al ADN empezamos a comprender el proceso mediante el cual nos convertimos en seres comunicativos y narradores de historias.

Su descubrimiento se lo debemos en gran parte a una familia británica, muchos de cuyos miembros estaban diagnosticados con una extraña afasia: si bien eran capaces de entender lo que se les decía, no podían articular de una forma fluida natural e inteligible sus mensajes. cualquier esfuerzo por utilizar sus músculos para emitir voz era un fracaso.

www.sayaphasia.org

Los investigadores Anthony Monaco y Simon Fisher imaginaron que debía tratarse de alguna mutación en el ADN de estos británicos, y gracias a un intenso proceso de investigación detectaron, estudiando a 27 miembros de esta familia, que todos aquellos que tenían problemas del lenguaje presentaban mutaciones del gen FOXP2. Estas mutaciones bloqueaban el normal funcionamiento de este gen, por lo cual los investigadores descubrieron qué grupo de genes controlan nuestra capacidad de emitir un lenguaje.

Es en este punto cuando interviene la arqueogenética ya que, de la misma manera que desenterramos en un yacimiento arqueológico nuestro pasado, ¿no sería posible desenterrar en los genomas de los homínidos que nos antecedieron este gen?

Se pensaba que el lenguaje comenzó con el ser humano: la hipótesis de Philipp Lieberman, la más extendida entre los académicos, se amparaba en el registro fósil y argumentaba que, dado que la laringe de los neandertales estaba muy ascendida con respecto a la nuestra, se consideraba poco probable que tuvieran la capacidad de articular sonidos.

Sin embargo, cuando Lalueza Fox y su equipo estudiaron a nuestros ancestros demostraron que la versión de este gen que nosotros poseemos y que nos permite comunicarnos surgió hace entre 300.000 y 400.000 años, y, lo que es más interesante, que es idéntica a la que poseían los Neandertales.

 Carlos Lalueza Fox junto a la réplica de un neandertal (revista QUO)

La evidencia de que los neandertales poseían la misma variante de este gen que nosotros tenemos, junto con un estudio más profundo de las posibilidades que ofrece el aparato fonador de los neandertales, ha permitido demostrar que, aunque capaces de proferir un menor número de sonidos diferentes, sí eran capaces de disponer de su propio lenguaje.

«Estoy convencido de que ellos, como yo, podían comunicarse, y si podían comunicarse debían de tener conciencia de la inmensidad del universo, del paso del tiempo y de la fragilidad de la existencia humana. Debían preguntarse, también como yo, ¿cuántas lunas llenas más?, ¿cuántas primaveras? ¿cuánto me queda?”.

Palabras de Carlos Lalueza Fox para esmateria.com

¿Y cómo lo lograron?

El primer reto era llegar a recuperar ese ADN milenario sepultado en el tiempo. Al fallecer, nuestro ADN se degrada, se pierden todos los tejidos y apenas queda ADN en nuestros huesos. Cuanto más antiguos sean los restos, menores son las posibilidades de conseguir extraer ADN en condiciones, las secuencias se encontrarán fragmentarias y degradadas; si el ADN es el libro de la vida, este ADN antiguo es un libro apolillado, con páginas perdidas y otras con agujeros o ilegibles. Estas carencias podrían compensarse con mucho ADN; aunque cada “libro” esté muy incompleto, si tenemos muchas copias del mismo al final podríamos llegar a reconstruir el libro entero (esto es lo que se hace con el ADN obtenido de incendios, explosiones, choques aéreos…). Sin embargo, con el ADN antiguo esta solución no existe, pues es muy escaso.

Una vez muertos nuestro ADN comienza rápidamente a degradarse

Existe un santo grial de la arqueogenética, la pars petrosa, uno de los huesos más densos del cuerpo; disponer de este hueso permite extraer ADN en buen estado incluso de individuos muy antiguos. A diferencia de otros huesos que están expuestos al aire o en contacto con la tierra, con un medio lleno de vida, de bacterias y hongos cuyo material genético debemos descartar, esta región de nuestro cráneo se mantiene relativamente aislada y a buen recaudo de la contaminación.

La pars petrosa

¿Qué es extraer? y ¿qué es secuenciar?

Si como hemos dicho el ADN es un libro, este libro está atrapado en nuestras células y es necesario rescatarlo de allí y separarlo de proteínas y otras sustancias, esto es lo que denominamos extracción, y se complica cuando el ADN es escaso e inaccesible, a veces hemos de buscar en el interior de los huesos o dientes donde tenemos que triturar toda la pieza para liberarlo. Con ayuda de termocicladores podemos amplificar las escasas secuencias de ADN extraído, esto se denomina amplificación por PCR, que tan conocida se hizo durante la pandemia. Se multiplican millones de veces estos fragmentos hasta que dispongamos de una cantidad óptima para su estudio. La PCR nos permite amplificar regiones concretas del ADN y gracias a ello estudiar homologías, establecer filogenias, detectar mutaciones y verificar si el ADN que hemos extraído es de verdad antiguo o es una contaminación.

Secuenciar es un proceso que nos permite leer este libro, detectar las letras con las que está escrito el libro de la vida, los pares de bases de nucleótidos. Es una técnica muy compleja pero una vez conocidos los pares de bases que componen el ADN podemos leerlo.

La arqueogenética permite descubrir cosas sobre nuestro pasado, y sobre nosotros mismos que de otra manera resultarían imposibles, preguntas a las que jamás soñamos con poder dar respuesta, ahora se nos van mostrando poco a poco gracias al obstinado trabajo de estos arqueólogos de bata.

 

Este artículo está realizado y cedido por nuestros amigos de https://lechuzainquieta.com/ como parte de nuestra colaboración.

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