Giovanni Belzoni, el gigante de la egiptología
De todos los muchos viajeros, aventureros, militares, políticos, estudiosos… que durante el siglo XIX se sintieron atraídos por la fascinación del antiguo Egipto, sin duda Giovanni Belzoni es uno de los más peculiares.
Nacido en Padua en 1778, a los 16 años marchó a Roma a buscar fortuna. Allí, su extraordinaria complexión física (2 metros de altura) le podría haber facilitado el acceso al ejército, pero no era eso lo que buscaba. Deambuló unos años por Europa, adquiriendo conocimientos de ingeniería hidráulica, pero la necesidad de ganarse la vida le llevó a buscar su sustento en una actividad de lo más curiosa: con el nombre artístico de “Sansón de la Patagonia”, trabajó en ferias y teatros de variedades; entre otras cosas, podía transportar 11 personas encima de su cuerpo, formando una pirámide humana. Un auténtico Hércules de los escenarios.
Aun así, no abandonó su pasión por la ingeniería hidráulica, ideando también espectáculos que fueron la delicia del público londinense. Su carácter aventurero le hizo viajar de nuevo por diferentes países, recalando finalmente en Egipto. Allí, intentó vender al Pachá Mohamed Alí su proyecto de una novedosa noria de agua, pero fue un fracaso. Es en ese momento cuando conoce a Henry Salt, el cónsul de Inglaterra en Egipto, quien le ofrece trabajar bajo sus órdenes, como buscador de antigüedades. Y aquí es donde Belzoni descubre su verdadera pasión.
Entre 1817 y 1819 Belzoni excavó, entre otros enclaves, el templo de Abu Simbel, la tumba de Seti I, la ciudad de Berenice, y descubrió la entrada a la pirámide de Kefrén (en cuya cámara funeraria dejó un graffiti con su nombre); sus conocimientos de ingeniería esta vez sí le ayudaron, sobre todo a la hora de mover enormes bloques de piedra y transportar colosales esculturas, como la de Ramsés II ubicada en uno de los patios de su templo funerario, el conocido Ramesseum (imagen que ilustra nuestro post). Sus descubrimientos, y las magníficas obras que llegaban a Londres para engrosar la colección del recién creado Museo Británico, contribuyeron a fomentar un gran interés europeo en Egipto y sus antigüedades.
Puede que Belzoni pudiera ser considerado un mercenario, un predador del tesoro antiguo de Egipto, pero la verdad es que llegó a respetar los restos de la civilización de la cual llegó a convertirse en un experto. Como él mismo relata en sus memorias de viaje, cuando tenía que acompañar a importantes personalidades en visita al Valle de los Reyes, le enojaba sobre manera que sólo les interesara el oro y las joyas que había encontrado. Le decepcionaba que no apreciaran los extraordinarios relieves y pinturas que decoraban las tumbas, así como el ingente trabajo de excavación de esos magníficos monumentos funerarios.
Belzoni murió en 1823, dejando una magna obra relatando sus experiencias en Egipto, «Narrative of the operations and Recent Discoveries within the Pyramids, temples, tombs and Excavations in Egypt and Nubia», un apasionante testimonio de la incipiente arqueología a principios del siglo XIX.
Marta Villanueva
Co-fundadora de Antiquitas, Cultura y Humanidades
Imagen: Traslado del coloso de Memnón, Belzoni, 1816