Tutankhamón: el post-descubrimiento (II). La maldición.

Tutankhamón: el post-descubrimiento (II). La maldición.

El descubrimiento de la tumba de Tutankhamón fue un acontecimiento que revolucionó el mundo de la egiptología. Por primera vez se encontraron objetos que sólo habían podido verse en dos dimensiones, representados en las paredes de tumbas y templos. Magníficos tesoros y enseres más humildes, que sin embargo aportaban mucha más información que aquéllos sobre la forma de vida de los antiguos egipcios. Pero no sólo objetos tangibles nos dejó el hallazgo de Carter y Lord Carnarvon; hubo algo cuyo halo de misterio se ha extendido hasta nuestros días, siendo protagonista de unas cuantas de nuestras pesadillas: la maldición de la momia.

En marzo de 1923, la escritora Marie Corelli escribió en el New York Times que tenía en su poder un manuscrito árabe que hablaba de la profanación de tumbas egipcias, en el cual decía:

“Los peores castigos perseguirán a quien se atreva a profanar una tumba sellada”.

La muerte de Lord Carnarvon poco tiempo después no hizo sino avivar la llama de lo desconocido. Cuenta la “leyenda”, además, que en el momento de la muerte de Carnarvon, las luces de El Cairo se apagaron; y que su perrita Susie, a miles de kilómetros de distancia en su Inglaterra natal, dejó escapar un aullido y cayó muerta casi a la vez que su amo. Había nacido la maldición de la momia.

La verdad es que la frase de la que hablaba Corelli no era en absoluto extraña, pues en numerosas tumbas antiguas sus dueños habían escrito advertencias del mismo tipo, básicamente para disuadir a los numerosos ladrones de tumbas de llevar a cabo sus intenciones. Lo que sí era falso era lo que escribió otro diario: que en la tumba de Tutankhamón se había encontrado una inscripción que rezaba:

“La muerte llegará volando a quien entre en la tumba de un faraón”.

Dado que Lord Carnarvon murió de una septicemia provocada por la infección de una herida que le hizo un mosquito, dicha afirmación no hizo sino dar alas (nunca mejor dicho) a la teoría de la maldición. De nada sirvió que se asegurara que no había ninguna inscripción de ese tipo en la tumba, ni que Lord Carnarvon tuviera ya desde hace años una salud muy precaria (de hecho, por eso llegó a Egipto, aconsejado por su médico: para evitar los frios y húmedos inviernos de Inglaterra); el asunto era demasiado jugoso para pasarlo por alto.

A partir de ese momento, todo aquél que muriera habiendo pasado antes (no importaba cuánto tiempo hiciera) por la tumba de Tutankhamón, era una víctima de la maldición. Hasta que Herbert Winlock, director del Metropolitan Museum y conservador de la colección egipcia, hizo en 1934 una estadística que daba unos resultados bastante diferentes:

– de las personas presentes cuando se descubrieron los escalones de la tumba (Carter y sus trabajadores), tanto Carter como 30 de los 40 trabajadores todavía estaban vivos; de hecho, los 10 restantes no quería decir que estuvieran muertos, sino que no había podido ponerse en contacto con ellos…

– de las 26 personas presentes en la apertura de la tumba, sólo 6 habían muerto, y de hecho algunos de los más importantes serguían vivos (Carter, Lady Evelyn, Callender…); del propio Carnarvon, Winlock llega a comentar que seguramente lo más remarcable era que hubiera vivido hasta los 57 años, dada su precaria salud.

– de las 22 que habían sido testigos de la apertura del sarcófago, sólo 2 habían muerto.

– de las 10 que habían estado presentes en el desvendaje de la momia, ninguna había “sufrido” todavía la maldición.

– muchas de las muertes atribuidas a la maldición eran de personas que, de hecho, habían visitado la tumba como turistas; es decir, no formaban parte de ninguna misión “profanadora” del descanso eterno del faraón

Además:

– el propio Carter no murió hasta 1939, a los 64 años.

– Harry Burton, el fotógrafo de la expedición, murió en 1940, a los 60 años.

– Lady Evelyn Herbert, la hija de Carnarvon y una de las primeras personas en entrar a la tumba, murió en 1980, a los 79 años.

– Sir Alan Gardiner, que estudió las inscripciones de la tumba, murió en 1963, con 84 años.

– el Dr. D.E. Derry, que hizo la autopsia de la momia real, murió en 1969, a los 87 años.

Pero, sin duda, ¡¡¡qué gran historia!!!

Marta Villanueva
Socia co-fundadora de Antiquitas, Cultura y Humanidades

Imagen: Fotografía de la tumba de Tutankamón en 1922. Fotografía de Harry Burton (1879–1940). http://www.griffith.ox.ac.uk/perl/gi-ca-qmakedeta.pl?sid=84.169.189.199-1387123323&qno=1&dfnam=261-p1094b

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